La semana de lo superlativo

| 4/12/2009


Hay viajes que pueden marcar una vida. Vivencias que te llevan a un nuevo objetivo. Situaciones que hacen replantearte tu pasado, presente y futuro. Nueva York es mi destino. Debe serlo, por lo menos hasta que asome un ápice de decepción.

Todos conocemos la Gran Manzana de una u otra forma. Voluntaria o involuntariamente. Cuna del capitalismo y el individualismo. Del respeto y la solidaridad. Del desorden organizado. Ocho millones de habitantes provenientes de los más recónditos lugares del mundo pueblan la ciudad que "nunca duerme", que entonaba Sinatra.

Nueva York es la ciudad más grande de Estados Unidos y el principal símbolo del american way of life. Los contrastes son su principal característica, transportando al transeúnte a diferentes universos tan sólo cruzando la acera. Llevándole a conocer nuevas razas, idiomas, formas de conducta y ritmos de vida.

Y el cine. Ese séptimo arte que adelanta posiciones hasta llegar al primero para un servidor, centra su foco en Manhattan para la inspiración de cineastas tan diferentes como Woody Allen, Blake Edwards o Francis Ford Coppola, además de ser la residencia de multitud de actores y artistas a ambos lados del Central Park.

Pero hablo de cine como puedo hablar de teatro, publicidad, vanguardias, literatura, danza, artes plásticas y, por supuesto, arquitectura.

Mediante las fotos que he hecho a lo largo de los seis días (menos de una semana y tengo la sensación de haber estado allí un mes) describiré algunos aspectos que me resulten relevantes de esta metrópoli bien llama "capital del mundo".

0 comentarios: